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¿Qué pensamos?

Que vivimos una crisis con raíces históricas, pero que ha sido generalizada y profundizada por la imposición de políticas sin que se hayan tomado en cuenta la ausencia de un adecuado marco jurídico y sin haber corregido previamente los altos niveles de desigualdad, producto de la concentración económica y de beneficios sociales, factores que tienden a anular los efectos buscados con esas políticas, presentadas muchas veces como alternativas ineludibles.

Uno de los aspectos más acuciantes de esta crisis, es el vacío de propuestas, producto de la pérdida de identidad y de coherencia en la gran mayoría de la clase dirigente, particularmente de la dirigencia política. Esta situación de crisis repercute en forma genérica en todos los sectores estructurados, debilitando en forma preocupante la dimensión de “institucionalidad”, generando dudosas expectativas en una “sociedad civil” desestructurada, generalmente con altos índices de masificación.

Esto es apreciable en los sectores gubernamental y estatal (ante un claro intento de reducción y vaciamiento), en el sector económico nacional (afectado por la liberalización de ciertos mercados, habituado al proteccionismo estatal y sin condiciones de competitividad ante los viejos y nuevos actores del comercio mundial), en el sector laboral (condicionado por la drástica reducción del diálogo y la concertación, el aumento del desempleo formal y de determinantes índices de dependencia con respecto a los sectores políticos o gubernamentales), en el sector cultural (como resultante de un orquestado proceso de transculturación y la imposición de pautas individualistas), e incluso en el sector eclesial que si bien recibe una aceptación generalizada en la región, opera más como un espacio de esperanza vital que como una referencia animadora de alternativas.

Como telón de fondo, sufrimos la incertidumbre de una “crisis de valores”, que no tiene parangón con otras etapas de nuestra historia, y de una profundidad que cuestiona nuestras raíces culturales.

En el corazón mismo de esta crisis, nos enfrentamos al desplazamiento de la persona, y la negación de sus derechos, necesidades y aspiraciones más sentidos.

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